Necesariamente tuvo que abundar la santidad entre los religiosos y religiosas de la Orden del Espíritu Santo, cuya vida se dividía entre la oración y el servicio de la caridad. 

Pero así como el ESPÍRITU SANTO ha sido siempre el GRAN DESCONOCIDO para amplios sectores de la Iglesia, así también esta Divina persona, ha permitido por sus ocultos designios, que la mayoría de los miembros de su Orden permanezcan en el anonimato.                         

No podemos olvidar, sin embargo, a San Fazzio de Verona, al Beato Antonio de Hungría, a la Venerable Hermana Ángela Romana, al siervo de Dios P. Boleslao Guido, a las Hermanas Ninfa Casimira de Suchonski, a Emanuela Kalb, a los Hermanos y Hermanas mártires asesinados en las guerras de religión, así como a los innumerables religiosos que perfumaron con sus virtudes eximias las Casas y Hospitales de la Orden.