¡Cantaré eternamente la Misericordia del Señor! (Salmo 88)
¡La Gracia del Espíritu Santo nos asista siempre!
¡Paz y gozo en el Espíritu Santo! Rm. 14,17
Soy su hermana Ma. Kareem, nací en México sobreviviendo por gracia de Dios con mis padres y hermanos (actualmente sacerdotes) del terremoto del 1985. De múltiples peligros me libró el Señor durante mi vida, y aunque en mi infancia le estuve unida, obediente a mis padres y una estudiante de mención honorifica, al llegar a mi adolescencia, quise buscar la felicidad obedeciéndome a mí, buscando la felicidad en las amistades, las fiestas, deportes extremos como el alpinismo y el karate, diversiones y rock pesado con el que ofendí mucho a Jesús Eucaristía, yo me sentía cada vez más vacía y ruin, incluso llegue a pensar que yo ya estaba condenada al infierno. Creí que si tenía un novio sería menos infeliz, pero ni el guapo y divertido, ni el inteligente y adinerado, ni siquiera el que era religioso y virtuoso me hacían realmente feliz, ¿para qué me servía tener un buen cuerpo, vestir bien, tener amistades y demás, si no tenía paz? Me sentía sin sentido, harta de las discusiones en la casa y de la insatisfacción de la vida, me desee la muerte, entonces el Señor tuvo compasión de mí, y por invitación de una amiga asistí a las catequesis del Camino Neocatecumenal, allí escuché:”Dios te ama aunque seas el peor pecador” yo creía que Dios solo amaba de verdad a los buenos, pero yo no era buena, y al escuchar esta buena noticia la creí, y mi vida empezó a cambiar.
En 1999 el Papa San Juan Pablo II fue a México, y yo asistí por primera vez a un evento exageradamente masivo, y a pesar de ello hubo un momento en que me sentí sola ante el Papa que me decía: “No tengas miedo de entregarte totalmente a Cristo. ¡No tengas miedo de seguir al Señor!”, pero precisamente esas palabras me dieron miedo, me sentía muy niña para imaginarme de monja, quería ser una profesionista y ganar dinero, además tenía un novio (con el que no me atrevía terminar), pero un buen día me animé a hacer una cosa atrevida que nunca había hecho: “dar limosna a un pobre” al hacerlo parecía que una venda se me calló de los ojos, me parecía que por primera vez en mi vida había hecho algo bueno y tuve valor para terminar con ese noviazgo, además ya no me atraía estudiar una carrera solo por ganar dinero, sino más bien estudié educación especial, para ayudar a los niños de capacidades diferentes, además, por la insistencia de mi hermano hice una locura: ”ir a misa diario”, y después de aburrirme las primeras semanas, la sabiduría de Dios fue iluminándome, y comprendí que solo haciendo la voluntad de Dios, soy realmente feliz, por eso le dije a Jesús: “Señor ya me cansé de hacer mi voluntad y ser infeliz, quiero hacer lo que tú quieras, porque sé que es lo mejor”, abrí la Biblia al azar y me salió la de Mt.9,9: “En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió.”, tal lectura me impactó, y dije: “Señor yo te puedo seguir casada, concédeme otro noviazgo cristiano”, y el Señor me concedió un novio muy popular que era ministro de la Eucaristía, me parecía un novio estupendo, estábamos enamorados y decidimos casarnos, su familia pronto aportó casa, fiesta, etc. pero reflexionando vi que cuando estaba con el novio me sentía con una alegría incompleta y sin embargo cuando comulgaba me sentía extraordinariamente feliz, esto era una gracia especial del Señor, porque “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” Rm.5,20. Yo no sabía si casarme con Cristo o con el novio, y pensé: “Si me caso, ya no puedo echarme para atrás, sin embargo, si experimento la vida religiosa y no es para mí, sé que tengo tiempo de cambiar de camino”, me ilusionaba tener hijos, y estando mis hermanos en el seminario, yo era la única esperanza de darle nietos a mis padres, me pesaba mucho esto y otras consideraciones, pero un día una amiga me invitó a visitarla a su Convento, y percibí una alegría tan pura y sincera que me sentí fuertemente atraída y pensé “Cuando fui una chica ruin, y desastrosa solo Dios me amaba de verdad, y ahora que soy una mujer de bien, todo mundo me acoge, pues yo perteneceré a Aquel que me ha amado siempre a pesar de lo pecadora que soy” y a mis 22 años, decidí terminar con el novio, Dios me dio fuerzas porque para mí, era sumamente difícil, él dijo en voz alta: “Dios me la dio, Dios me la quitó”, nos dimos el último abrazo y llorando me fui al Santísimo, y ahí parecía una loca porque lloraba y me reía diciéndole a Jesús, “por fin soy tuya”, me corté el cabello, y ya no me vestía tan entallada, me puse en el cuello una Cruz, y al llegar a la Universidad se dijeron las compañeras “¿Qué le ha pasado?¿estará embarazada?” y las criticas iban alrededor de mí y así terminé la carrera.
Yo trabajaba en una clínica como terapeuta y tenía dos secretarías, y aunque se me ofreció mejor sueldo, lo rechacé porque necesitaba irme desprendiendo de cosas para descubrir dónde Dios me quería, esperando que no me llamara a ser Monja de clausura, porque yo quería trabajar por los necesitados, al poco tiempo, comprendí que Dios hacía maravillas tan grandes a través de la oración, que aunque yo predicara a mil pueblos, sin su gracia a ningún corazón llegaría a tocar, en pocas palabras descubrí que en una vida oculta orando por las almas y estando unida a Cristo ayudaba más a la gente que si tuviera una vida exhibiendo mis buenas obras, además cada vez me sentía más enamorada de El, y necesitaba orar de verdad, me parecía que la vida contemplativa era más radical, por eso me empezó a atraer más.
En una peregrinación a la JMJ 2005 de Alemania, nos fotografiamos un grupo de jóvenes frente a un bello templo gótico, y al mirarlo por dentro vi que estaba convertido en un bar, ¡un lugar dedicado a Dios ahora es un lugar de diversión pasajera! Eso me dolió mucho y sentí un llamado a entregarme al Señor en Europa, una amiga mía también sintió ese llamado, hablamos con los catequistas y El Señor proveyó que juntas cruzáramos el Atlántico, El Señor nos fortaleció para despedirnos de nuestra familia, e incluso al subir al avión cantábamos con gran alegría: “Están rotas mis ataduras… ya mi espada está forjada, ya tengo puesta mi armadura… ganaré mi reino, me voy a todas partes”, y así fue porque la vida contemplativa es la única que sin salir se está espiritualmente en todas partes.
Eran muchos los Monasterios que necesitaban aspirantes, prueba de ello es que nos mostraron un abanico de ellos para que escogiéramos, ¡cosa muy difícil en verdad!, por eso le dejé la decisión al Señor, y opté por ir a cualquiera que saliera al azar, y tal Monasterio coincidió con mi querer, este es el de la ORDEN DEL ESPÍRITU SANTO, desconocida como su Patrón (El Espíritu Santo) y Fundador (Bto. Guido de Montpellier). Y allí el día de la Virgen de Guadalupe del 2006 a mis 24 años, iniciamos Jesús y yo el noviazgo más apasionante que he tenido, porque Cristo ama intensamente, sin cesar y profundamente, tanto que llegué a exclamar como S. Agustín: “Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva”. En esta vida monástica empecé a experimentar una felicidad que no conocía, con razón dice una santa que “si se conociera la grandeza de la Vida religiosa, las mujeres lucharían por entrar al Monasterio,
hasta llegar a trepar por los muros para ingresar”.
Desde niña deseaba tener hermanas, y aquí el Señor me lo concedió con creces, me imaginaba viviendo en una casa grande, y la Gran Casa del Gran Dios es mía también, quería ser una karateca de olimpiadas y ahora participo en la auténtica pelea espiritual mundial, quería tener varios hijos y los hijos espirituales no los puedo ni contar porque el amor virgen no se contenta con amar a los de la propia sangre, sino que traspasa toda barrera y nación, me imaginaba casada con un rey, y he aquí que el Rey de reyes se fue a fijar en mi… no saben lo que esto me sorprendió, de hecho unos días antes de mi Profesión Solemne un gran vértigo me invadió pensando ¿que una mujer pecadora como yo se va a casar con Jesucristo, Dios y Hombre? Es como si un príncipe se quisiera casar con una rana ¡qué locura! Pero esa locura se le ocurrió a El, y yo sin El ya no puedo vivir, porque una vez gustado el amor divino todos los demás amores son muy inferiores. El amor humano es bonito como las estrellas del cielo, pero el Amor de Dios es tan grande como el sol, que cuando este brilla todas las demás luces, artificiales o naturales dejan de brillar porque su Luz supera a todas. ¡Qué hermoso es vivir para Dios!
El día 6 de febrero del 2015, día del Bto. Guido, fui consagrada para siempre, y aunque han pasado varios años de este paso, el Señor me sigue enamorando y no me canso de alabarle aún en medio de las situaciones difíciles. ¡Cantaré eternamente la Misericordia del Señor!
En esta Orden Sagrada he conocido a una Mujer maravillosa, que ha hecho mucho por mí y siempre aprendo de ella, es la Virgen María, a la que “solo conocía de oídas” pero ahora reconozco su protección maternal y su estable amistad, también estoy conociendo a ese Gran desconocido: El Espíritu Santo, y me fascina que El nos hace ser uno con la Trinidad, El Espíritu Santo me ayuda a reconocer su grandiosa presencia en lo más profundo de mi alma, pero para llegar a este lugar escondido necesito desprenderme de los intereses egoístas de la tierra, necesito purificar mi mente, cosa que fuera de la clausura me sería extremadamente difícil, y comprendo que las palabras “Quien pierda su vida por mi causa, la encontrará” Mt 16,25 no solo se refiere a no apegarme a las cosas, sino sobre todo a no apegarme a mí misma, este es el secreto de una vida de oración seria, en la cual, con fuerza del Espíritu Santo puedo tener intimidad con la Augusta Trinidad donde se satisfacen todos mis deseos, nada me falta… solo me faltan palabras para expresar la Belleza del Señor y su infinita Misericordia para con todos. “En una palabra: El lo es todo” Eclo. 43,27
Que alabemos siempre a Nuestro Amable Creador y amar cada vez más y a más, son los deseos de esta su indigna hermana:
Ma. Kareem de la Divina Misericordia Muratalla Hernández. O.S.Sp.
“Las armas de nuestra milicia son espirituales” Lema de Ntro. escudo