La paz este con vosotros, mi nombre es Judith, bueno mejor dicho soy hermana Lourdes Judith del Espíritu Santo, tengo 31 años; nací en el Estado de Puebla, soy la mayor de tres hijas, mis padres y nosotras pertenecemos al camino Neocatecumenal en la Parroquia de María Reina; hace 11 años caminaba en la tercera comunidad. Ahora sigo el camino que Dios ha querido marcar en mi vida, y es el de ser monja de clausura.

En diciembre de 2010 llegue a este monasterio perteneciente a la Orden Sancti Spiritus, en el Puerto de Santa María, Cádiz-España. No sabía lo que iba a pasar, simplemente me abandone en las manos del Señor; ya que desde, los 15 años sentí la llamada, en ese momento algo le fue robado a mi corazón, no encontraba la forma de dar sentido a mi vida y os aseguro, Dios siente mucha predilección por lo peor del mundo.

Empecé a buscar la plenitud, en lo que ofrece el mundo y la sociedad; el ser alguien, vestir con lo mejor, ser la más popular, sobresalir al precio que fuera, la más inteligente, vivir de fiestas, amigos y alcohol, y como olvidar mi pasión por el baile y en especial el Reguetón. Todo esto lo hacía para saciar el vacío que se encontraba en mi corazón pero solo me estaba convirtiendo en un borrego más, llevando una doble vida. Os lo digo, para ser monja una no nace siendo una santa o con el rosario en la mano, simplemente Dios tenía un plan para mí, un camino diferente.

No puedo olvidar ese encuentro con Kiko Arguello en su primera vista a nuestro país en el 2005 en la ciudad de México, ahí es donde escuche la voz del Señor en lo más profundo de mi corazón, ese “SIGUEME”. Nunca me había planteado la idea de ser monja o querer serlo para huir de mi historia, no, nunca lo pensé así.

Verdaderamente viví muchas experiencias que marcaron mi vida y en especial ese llamado que reafirmaba cada vez que pedían vocaciones, sé que mi forma de vivir eran un anti testimonio de ese llamado, pero el Señor y yo sabíamos que Él me había elegido y quería que fuera suya. No fue fácil, fueron muchos combates, tenía miedo, no sabía si iba a funcionar o si me estaba confundiendo; eran tantas las interrogantes que invadían mi pensamiento. Cuando Dios ya tiene escrita tu historia él va poniendo ángeles y señales, para llevarte hacia Él.

Tenía 18 años y los itinerantes de la nación me recomendaron que empezara a tener contacto con algún monasterio, y por obra del Espíritu Santo 2 años atrás llego a mis manos una propaganda vocacional del Monasterio al que ahora pertenezco. Cuando me dijeron esto, apareció este papel que estaba perdido y empecé a escribirles a las hermanas, la que lleva el tema de las vocaciones es hna. María. Fueron 2 años en los que me estuvo acompañando, esto fue obra también de nuestra Santísima Madre la Virgen María la que me ayudo a abrirle mi corazón para mostrarme tal y como era, así sería más fácil que la hermana me guiara en esta locura de amor.

En mayo de 2010, después de salir de una pequeña crisis y con la ayuda del paso a la oración; en el encuentro de jóvenes que se realizó en la Basílica de Guadalupe, cansada de seguir haciendo mi voluntad, rece a la Virgen y le pedí que me quitara el miedo, que si el llamado de su hijo Jesucristo era verdadero, que El llevara esta vocación a buen término. Así fue, le dije que “SI”; no sabía lo que me esperaba, pero sentía que él iba delante mío y me sostendría siempre.

En estos casi 9 años de vida religiosa han sido un caer y levantarse, un ir descubriendo a un Dios hecho hombre que me ama y quiere que sea participe de esta historia de salvación. El combate de la fe esta en todo momento, pero su misericordia es infinita, Él cuenta con mi humanidad, debilidades y pecados; no soy ninguna santa, pero el deseo de llegar a serlo está latente en mi corazón día a día.

El sentido de maternidad se puede vivir en nuestra vocación, sino, no tendría sentido; somos madres espirituales, oramos y trabajamos por las necesidades de la humanidad. Damos nuestra vida como intercesión para que cada persona pueda abrirle la puerta de su corazón a Cristo y de sentido a su vida. Creo que todas las hermanas que estamos aquí, queríamos casarnos y tener hijos, pero Dios nos ha llamado para seguirle por otro camino y libremente lo aceptamos.

Cuando entre por la puerta de esta santa casa, lo primero que me llamo la atención es ver el rostro de felicidad en cada una de ellas, una felicidad transparente, verdadera; no lo sé es algo que no puedo describir. Lo primero que se me venía a la cabeza, antes de entrar al monasterio era el pensar si iba a aguantar el estar siempre en el mismo lugar, sin salir; pero que va, lo primero que experimente al estar dentro, era la libertad, me sentía y me siento tan libre, que la rejas solo significan ver a los que están fuera como prisioneros de los engaños del demonio.

Hay muchas personas que nos piden que recemos por la diversas situaciones tan tristes y difíciles por las que están pasando; podría contaros más cosas pero no quiero alargarme más. Solo puedo bendecir al Señor por la familia religiosa que me ha dado, es un don y presencia constante del Espíritu Santo, que nos concede la comunión y la unidad, ya que convivimos hermanas de diferentes edades y de 5 países distintos: España, Kenia, Tanzania, Colombia y México; 5 pertenecientes al Camino Neocatecumenal y cualquiera que entra en contacto con nosotras, se asombra por ver una comunidad llena de Espíritu Santo, que a pesar de tener nuestra diferencias, caminamos juntas hacia una misma meta.

Gracias a Dios el 6 de febrero de 1019, día de nuestro Padre fundador Guido de Montpellier, recibí  los votos Solemnes, la profesión perpetua, un “SI” hasta la muerte. Han sido 9 años donde pude discernir ese llamado y reafirmarlo, ahora solo puedo decir que el dejar a mis padres, hermanas, comunidad, amigos, una carrera en administración pública y ciencias políticas, mi país, según aparentemente todo; es realmente la nada con lo mucho que me da el Señor.

“Encontré el amor de mi vida lo he abrazado y no lo dejare jamás”. No tengáis miedo, Dios es generoso y lleva nuestras vidas, el llamado es real y todo es posible para Dios; animo que el Rey se ha prendado de tu belleza. Que nuestra Madre la Virgen María os acompañe siempre. Unidos en la oración me despido.

 Hna. Lourdes Judith del Espíritu Santo