La  alegría  y  la  Paz  en  el  Espíritu  Santo.

Me llamo Hermana Guadalupe Monja de la Orden del Espíritu Santo soy la hija menor de 6 hijos, 2 en el cielo y 4 en la tierra, mi madre es Delfina (viuda); nací en las comunidades cuando tenía 14 años y el llamado lo experimente por primera vez a la edad de 15 años, en una reunión de jóvenes en el colegio Cristóbal Colon con motivo de la Ordenación sacerdotal del Padre Marcos. Mi vida como joven adolescente la seguí y el llamado lo dejé ahí “escondido”, me asustaba que aquello no me dejara vivir y hacer cosas como los chicos de mi prepa. Seguía en la comunidad realizaba el trípode (creo que eso fue lo que me sostuvo en muchas cosas) y claro asistía al centro vocacional, a veces con el temor de que me dijeran que ya no fuera como lo hacían con otras chicas, sabía que en mi corazón existía esa espina del llamado, aunque a mí me costara romper con el mundo.  Viví como una especie de doble vida una con mi comunidad, madre y hermanos otra con mis compañeros de la escuela, no decía que iba a la iglesia y menos que pertenecía a una comunidad; el tiempo de preparatoria fue el tiempo en que aprendí a fumar, a irme de pinta, ir al billar, irme a dos o tres fiestas y un poco más.

Realmente veo como el Señor cuido de mí; tentaba a Dios como se suele decir exponiéndome al peligro sin medir consecuencias y todo por no “desencajar” del círculo de mis amistades, lo más sorprendente para mí era como y con mis pecados, infidelidades y mentiras el Señor no dejaba de llamarme, al contrario se hacía escuchar con más fuerza, pero era mi necedad la que no quería escucharle y así estuve durante 5 años hasta que escuche la convivencia de transmisión sobre la dignidad humana y  del cuerpo. El Señor no permitió que tuviese un novio “formal” porque realmente me conocía y si lo hubiese tenido quizá hoy no estuviera aquí, padecía un problema fuerte de afectividad y sé que el testimonio que di en la preparatoria no fue el correcto, por ese mismo problema me costaba decir que no al mundo. Después de esa convivencia le pedí a la Virgen que me ayudara a ser obediente en lo que me exhortaban en el centro vocacional (misa diaria y el santo rosario) así me fue permitido, tiempo después logre entrar en la Universidad y me encantaba la carrera de Enfermería pero, algo pasaba en mi corazón no era como pensaba, creía que mi meta era cursar una licenciatura; conforme pasaban los días sentía que estaba en un lugar que no era el mío, pero no sabía cómo expresarlo y menos cuando me había costado ingresar en la Universidad.

Vino el tiempo de la Ordenación Sacerdotal de mi hno. Milton y pude ir con mi madre a Paraguay, recuerdo que ese viaje fue como una chispa para el llamado específicamente en el momento de las letanías dentro de la celebración, las palabras que escuche de un catequista que estaba junto a nosotras fueron: “este es signo de nuestra nada ante el Señor y un todo para Él”, esas palabras cayeron en mi interior y las desee también para mí. El Señor como buen artista de su obra coloco en mi camino un encuentro en Guadalupe – las Américas, (tras escuchar las experiencias de hermanas del camino en Monasterios), los catequistas de la nación se me acercaron y me invito a iniciar un acompañamiento con algún Monasterio y fue así como empecé un seguimiento vía Messenger con Hermana María, que es la que lleva el Vocacional y es además ayudante de la Madre Maestra en el Noviciado.  Por motivos de la Ordenación del hermano menor de una de las hermanas, se otorgó un permiso a dos hermanas  para viajar a México y fue así como conocí personalmente a Hermana María en Puebla donde me invitaron a ir con ellas una semana; en esos días no tuve preocupación de la Universidad aun sabiendo que más de 4 faltas afectaba al semestre, pero no me importo estaba experimentando un gozo cada vez más fuerte algo me llamaba, especialmente cuando oía hablar de la comunidad y como eran las hermanas. Recuerdo que tuvimos la oportunidad de ir a la basílica de Guadalupe y fue ahí donde le pregunte a nuestra Santísima Madre: ¿Qué quieres que haga?, ¿A dónde me quieres? Desde luego el Señor ya me lo estaba indicando y la presencia de las hermanas fue como dice el libro de Oseas, lazos humanos de amor que me atrajeron para Él. Cuando termine esa experiencia mi corazón ya se había decidido y fue así que en el encuentro de jóvenes en Puebla (curiosamente) confirme el llamado, en ese mismo año empecé a arreglar mis papeles para venirme. Todo ese proceso se lo encomendé al Santo Espíritu, rezaba todos los días la corona del Espíritu Santo que me enseño hermana María y fue tan rápido que por gracias de Dios, el día 12 de septiembre del mismo año ya estaba partiendo para España al Monasterio.

Llevo 10 años aquí dividido en etapas de discernimiento para este llamado: aspirantado (3 meses), postulantado (1 año), noviciado (2 años), profesa simple (6años) y profesión solemne la cual realice en febrero del presente año. Me siento feliz, porque en medio de mis caídas y debilidades humanas el amor de Dios se manifiesta por encima de todo y deseo en mi corazón seguir descubriendo y aprendiendo la voluntad de Dios en mí.  Hoy puedo decir como en el Salmo 120: No permitirá que resbale mi pie mi guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián de Israel. De mucho me ha preservado y con gran ternura me ha llevado. El camino es largo, pero se apoyada en oraciones por una comunidad madre en la que el llamado dio sus primeras señales, una familia que cultiva y apoya en todo mi vocación y una comunidad de hermanas que con su testimonio de vida me van fortaleciendo en la fe.

Gracias a todos por tomarse su tiempo y leer estas letras que quizá sean largas, de antemano me disculpo por extenderme, pero si no lo hiciera es como omitir la grandeza de Dios en mí, me encomiendo a vuestras Oraciones y todos vosotros estáis en las mías y las de mis hermanas.

Unidos Fraternalmente en la Oración y en Cristo Resucitado.

Hna. Guadalupe de la Santa Cruz Altuzar Martínez

Comendadora del Espíritu Santo