Sin prisa, pero sin pausa

Sin prisa, pero sin pausa así he querido titular mi experiencia vocacional porque así Dios me ha permitido vivirla.

Soy Hna. Andrea Comendadora del Espíritu Santo, colombiana y testigo de la Resurrección de Cristo, Resurrección que he podido ver y palpar en mi familia y a través de estos 34 años de vida que tengo.

Soy la 5ª entre cinco hermanos; nací y crecí en un ambiente precario no solo materialmente, sino mucho más espiritualmente.  Recuerdo que a mis 6 años de edad no estaba bautizada y 2 de mis hermanos tampoco, igualmente mis padres vivían en unión libre, pero Dios tenía para nosotros preparada una historia de fe.

Todo empezó cuando invitaron a mi madre a iniciar unas catequesis con el Camino Neocatecumenal, allí ella despertó su conciencia, se casó con mi padre y a mis hermanos y a mi nos bautizó. Soy testigo que con la llegada de Jesucristo a la vida de mi madre todo nuestro entorno familiar cambio y de esta forma Dios también inicio un camino conmigo, sin prisa, pero sin pausa…

A mis 12 años ingresé al Camino Neocatecumenal y cuando tenía 13 años inicié en el grupo vocacional, ya que sentía que Dios me llamaba a consagrarme. Esto generó en mi un combate interior ¿casarme?, ¿ser monja?, ¿vivir en clausura? Mejor estudiar, trabajar y ayudar a mi familia. Me dedique a hacer lo que hacen la mayoría de los jóvenes “vivir la vida”,” disfrutar”, conseguir lo que deseaba… y Dios que no tiene prisa, porque para Él el tiempo no existe me permitió tener materialmente mucho más incluso de lo que había soñado, me dediqué a trabajar, a viajar, a divertirme con mis amigos, pero Cristo siempre me preservo el cuerpo y el alma, en tantas situaciones, en tantos momentos de fiesta, Él siempre cuido de mí, sin que yo lo supiera… así pase 16 años de mi vida. Y durante este tiempo Dios que no tiene prisa, pero tampoco tiene pausa, por su gracia me permitió permanecer siempre en el Camino Neocatecumenal, sin pausa, alimentando mi alma y mi espíritu, aunque no lo merecía, pues eran muchas mis infidelidades.

Y el combate interno del que ya he hablado se hacía cada vez más difícil de asumir, hasta que, en junio de 2016 con los ojos llenos de lágrimas, porque había desobedecido a mis catequistas, y frente a las reliquias de San Pedro Claver, rogué por su intercesión a Dios, ver clara mi vocación, que si iba a ser para Él que abriera puertas.

Y así fue al día siguiente nos confirmaron que el catequista de la nación Jesús Blázquez nos iba a escuchar para discernir si estábamos listas para venirnos al monasterio. Y el 16 de Julio siguiente nos confirmaron la venida al monasterio del Espíritu Santo. Y en enero de 2017 llegué al monasterio. Ya llevó cinco años, hace algunos días profese simple. El tiempo ha pasado demasiado rápido, y los miedos con los que llegué el Espíritu Santo los ha ido disipando a través del amor y la comprensión de mis hermanas.

Hna.  Andrea Gwidonna