¡Ven, Espíritu Santo!

Y enriquéceme, Tú que eres el Padre de los Pobres;  

Padre de los pobres;

Y dame prudencia, Tú que eres el dedo de Dios;

Y dame justicia, haciéndome manso con mis prójimos;

Y confunde a mis enemigos con tu fortaleza;

Y dame templanza, Tú que eres como brisa en medio del ardor;

Y dame fe en ti, Espíritu del Padre y del Hijo;

Y dame esperanza de los bienes eternos;

Y se mi dulce Huésped por la caridad;

Y dame el crecimiento en todas las virtudes;

Gloria a ti, amor de los amores:

Por los siglos de los siglos.

Amén.